Hoy nos adentramos en uno de esos
temas que tanto nos gustan y que crean controversia: El uso del trasportín.
En los últimos años hemos recibido muchas llamadas de propietarios que nos cuentan cómo se ha implementado la
utilización del trasportín en el programa de modificación de conducta de su
mascota y pese a ello, el problema ha empeorado. A continuación, vamos a
contaros las ocasiones en las que Rebican utiliza las jaulas para mascotas:
NUNCA.
Salvo que lo utilicemos con la puerta abierta como zona de refugio, no lo utilizamos NUNCA. Si bien consideramos buena idea habituar
a los perros al trasportín con vistas a la utilización futura de un medio de
trasporte como suele ser el avión, nosotros no los utilizamos ni en las
modificaciones de conducta ni en nuestra vida diaria.
Dentro de todos los casos que nos
hemos encontrado en relación a este tema, hay uno que se repite de forma
habitual en la utilización abusiva que se ha hecho del trasportín en los últimos
años: El uso de las jaulas para mascotas para que el perro no haga pis y/o no destroce
algo en casa.
Hoy os contamos el caso de Luna:
Luna era un caniche de apenas seis
meses de edad, como cualquier cachorro, era muy enérgica y tenía ganas de investigar
todo lo que le rodeaba. Uno de los problemas que presentaba Luna, era que hacía
destrozos en casa y realizaba las evacuaciones cuando volvían del paseo. Se le
había hecho una revisión veterinaria y nada apuntaba a que pudiera ser un
problema de salud.
En nuestra primera visita, vimos que en
los paseos ladraba prácticamente a todos los estímulos que se cruzaban en su
camino. Se apreciaba perfectamente que Luna tenía un miedo generalizado a personas
y otros perros, lo que provocaba un alto nivel de estrés. Además, en el piso se
escuchaba muchas veces a los vecinos o a gente que subía por la escalera, lo
que hacía que Luna se escondiera debajo de la cama.
La familia había contratado un
mes antes a un educador canino, pero el problema solamente había empeorado.
Aplicaron la técnica de espacio reducido, que básicamente consiste en habituar
al animal al trasportín de forma progresiva, aumentando poco a poco el tiempo
que el animal permanece dentro de la jaula. Con estas técnicas y en ocasiones
el apoyo de un juguete alimenticio, se consigue que los perros vean el trasportín
como algo positivo donde reciben alimento y refugio. Las pautas del antiguo
entrenador fueron claras: durante 31 días, tras la habituación al trasportín, Luna
se mantendría encerrada en la jaula, de la que se le permitiría salir solamente
cuando estuvieran los propietarios y para dar dos paseos al día de gran
intensidad, intentando de esta forma cansarla.
Como en muchos casos, se
aplicó lo que en Rebican llamamos la técnica de la comodidad del educador
canino: “El problema es que el perro destroce el sofá y haga pis en casa, por
lo tanto, lo encierro, y así no se producirán dichos daños”.
El hecho de no analizar la raíz
del problema, que simplemente era un miedo atroz a los estímulos que percibía
en la calle y en el edificio, provocó que en los últimos días Luna hiciera pis
antes de entrar al trasportín y que comenzara a morder a los propietarios
cuando estos iban a introducirla en la jaula. Nos encontramos con una perra que
había perdido el vínculo con su familia y cuyo miedo y estrés había aumentado. El mantenerla encerrada en una situación que le daba miedo y el
forzarla durante largos paseos a enfrentarse a estímulos que le provocaban
ansiedad, hacía que en estos momentos la modificación de conducta fuera más difícil.
Lo primero que hicimos en
Rebican, fue deshacernos del trasportín y explicarles a los propietarios que
Luna no hacía pis en la calle porque sentía mucho miedo, lo que hacía que
evacuara al llegar a casa y que redujera el estrés mordiendo el sofá. También
los hicimos conscientes de los ruidos que se sucedían en su apartamento, y de
la necesidad de permitir al animal refugiarse y ayudarle a gestionarlo por sí
mismo. Inmediatamente entendieron el problema y mediante una serie de
ejercicios, el vínculo entre el animal y
la familia comenzó a recuperarse. Tuvimos que implementar muchas actividades de
reducción de estrés, así como enseñar a toda la familia a respetar los momentos
de descanso del animal. Los paseos al principio eran muy cortos, haciendo un
trabajo de desensibilización hacia todo aquello que provocaba miedo en el
animal tanto en la calle como en el apartamento; preparamos una zona de
seguridad bajo la cama de los propietarios, en la que Luna se encontraba cómoda
cuando escuchaba algún ruido inesperado en el edificio.
A los pocos días, Luna
comenzó a hacer pis al lado del portal, en una zona que para ella ahora era
segura, los destrozos dejaron de sucederse, y aunque sigue utilizando su zona
de seguridad, actualmente hay muchos ruidos dentro del apartamento que ha comenzado a ignorar
completamente.
Lo que podía haberse
solucionado en tres meses de trabajo, hizo que el plan de modificación de
conducta tras el uso del trasportín nos llevara 9 meses de paciencia y trabajo
continuado.
En Rebican no apoyamos aquellas
técnicas que conllevan encerrar al animal en un trasportín para realizar una
modificación de conducta, le pese a quien le pese.
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